Tras volver al territorio mexicano, una vez que probaron suerte en el extranjero y regresaron con licenciaturas, maestrías, doctorados o cursos de valor curricular, los jóvenes que retornan se enfrentan a un México sin empleo, situación que los orilla a aceptar trabajos de oficina, que no tienen posibilidades de crecimiento.
Además del poco tiempo que les queda para convivir con su familia y amigos, lo que les augura una mala calidad de vida, llegan a ganar incluso menos de cuatro mil 500 pesos al mes.
“Trabajo en una plataforma de apuestas, es un tipo call center, en el que te descuentan si llegas 10 minutos tarde. Me tengo que pelear por conseguir casos y no me puedo despegar de la computadora porque, con el home office, debemos prender nuestra cámara para que la jefa nos vea, nada tiene que ver con medio ambiente, la maestría que fui a cursar a Europa”, indicó Javier Fernández, egresado del Tec de Monterrey y del Instituto de Investigación de Patología Molecular (IMP, por sus siglas en inglés).
De acuerdo con el Instituto de los Mexicanos en el Exterior, hasta 2017 había 11 millones 848 mil 537 connacionales fuera del país, de los cuales, 25 por ciento eran estudiantes, originarios principalmente de Michoacán, la CDMX y Guerrero, con mayor presencia en Estados Unidos, Canadá y Bolivia.
Dicha situación provoca que los jóvenes preparados aprovechen la primera oportunidad que tienen para conseguir trabajo fuera de México, pues, de acuerdo con Miguel Calderón, director del Observatorio de Salarios de la Universidad Iberoamericana, las empresas que hay han sido incapaces de crear el suficiente empleo para profesionistas.
“Las empresas prefieren mano de obra barata, alguien que haga la talacha, en vez de invertir en profesionistas que puedan innovar su entorno”, indicó.
A pesar de que el gobierno federal registra 9.9 millones de profesionistas ocupados en el país y 80 mil ofertas de empleo, también reporta un rezago de 2.5 millones de ellos que no ejercen su profesión.
CAR